lunes, 2 de marzo de 2015

Contribuciones para el debate - Fensuagro y su XI Congreso

Más allá de una visión campesinista.

por  
Hubert Ballesteros Gómez.
Prisionero político.
Vicepresidente de Fensuagro.

Hoy, cuando por  razones ideológicas, políticas y económicas se ha producido un distanciamiento entre la clase obrera y el campesinado, cabe recordar que no siempre fue así.
La lucha campesina por la tierra, que se remonta  a 1907, encontró  en el naciente movimiento obrero de finales de la segunda década del siglo pasado (1916) un aliado muy importante; que no sólo ayudo a fortalecer su organización, sino que elevó su capacidad  llevándola  al plano de la lucha política, en el también naciente Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Tampoco debemos olvidar, que fueron muchos los líderes campesinos e indígenas como el legendario José Gonzalo Sánchez; principal aliado de Manuel Quintín Lame en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, uno de los fundadores del Partido Comunista de Colombia, el 17 de julio de 1930.
¿Cómo y porque un movimiento campesino de tan reciente aparición asumió formas organizativas que iban  más allá de las simples aspiraciones gremiales?
Vale la pena preguntárselo.
¿Por qué razón sus dirigentes abrazaron la militancia revolucionaria comunista al lado de intelectuales como Luis Vidales y de líderes obreros como María Cano?
¿Por qué la presencia del campesinado creció al interior del partido comunista, convirtiéndose en parte fundamental de este; mientras el Partido Nacional Agrario (PAN) del líder político Erasmo Valencia, fue un proyecto que apenas si alcanzo a ver la luz?
¿Por qué, ante la arremetida violenta de los terratenientes y el gobierno conservador contra las tibias medidas económicas de reforma agraria liberal en la década del treinta; el campesinado respondió con la lucha armada revolucionaria?


Son reflexiones necesarias para explicarnos y entender el desarrollo histórico  de las formas organizativas campesinas de sus luchas y el momento actual por el que atraviesan.
La ligazón temprana con el movimiento obrero; le permitió al campesinado, organizar y desarrollar formas sindicales para la lucha por sus derechos, así, paso de las iniciales ligas agrarias a sindicatos de asalariados agrícolas y de pequeños y medianos propietarios. Logrando de esta manera unir en una misma plataforma de lucha, reivindicaciones gremiales por la tierra y mejores salarios con exigencias políticas por la democratización del país. En momentos en que el Partido conservador representante de los terratenientes y latifundistas ejercía  el poder desde hacía casi tres décadas  de manera consecutiva.
El carácter clasista de su organización y el contenido de su plataforma, le permitió al campesinado, entender, que en la lucha por el poder político,  en unidad con la clase obrera y los intelectuales se encontraban las posibilidades de superar el atraso, la miseria y la exclusión política a la que venía siendo sometido desde la colonia. Situación que no cambio con la independencia y la república.
De esa manera, los sindicatos campesinos y de asalariados agrícolas se comprometieron en la lucha política y  avanzaron  de manera paralela en la conformación de la Federación Nacional de Indígenas y Campesinos. Organización que cumplió desde la perspectiva agraria un papel fundamental en las reformas liberales de la tercera década de siglo pasado: entre ellas la ley 200/1936.
La reacción del latifundismo conservador fue violenta, y el campesinado a pesar de haber recibido muchos golpes; y de ser el blanco de los ataques de las bandas conservadoras, mantuvo intacta su decisión de luchar por un cambio de régimen; asumiendo cuando fue necesario,  la lucha armada como forma de resistencia.
Durante todo el periodo de la violencia desatada por el régimen conservador, el campesinado organizado,  siguió fiel a sus principios revolucionarios: Jacobo Prias Alape, Isauro Yosa, Raúl Balbuena, Juan de la cruz Varela, Pedro Antonio Marín, Eutiquio Timote, Gerardo Gonzales, José Gonzalo Sánchez entre muchos otros mantuvieron junto al movimiento obrero una lucha persistente por un cambio de régimen. Lucha que se mantiene hasta nuestros días.
La década del sesenta del siglo pasado, permitió decantar las posiciones políticas del movimiento obrero. De un lado, el sindicalismo patronal ligado a la iglesia católica pregonaba la conciliación de clases, por otra parte, un sindicalismo liberal vacilante e incapaz siquiera de forzar reformas de carácter capitalista en el desarrollo económico de la nación y una tercera línea sindical, fiel a los principios del sindicalismo clasista, que debió soportar los ataques de las dos anteriores.
El frente nacional, enterró las pocas diferencias político-ideológicas que existían entre liberales y conservadores, permitiendo no sólo la alternancia en el poder sino que amalgamo sus intereses de clase. Dando paso a un régimen aún más excluyente que adoptó nuevas formas de violencia contra la clase trabajadora.
Lo que antes pudo ser una confrontación partidista, se convirtió en una confrontación de clase en la cual el Estado. Cómo lo dice Marx, ¨cumplió su papel de defender a toda costa los intereses de la clase en el poder¨.

Es,  en este periodo que los sindicatos clasistas, en particular los de influencia comunista, son expulsados de la. CTC. Ser expulsados de la central, no significaba desaparecer del escenario político. Menos aún en una década en que la revolución Cubana, señalaba el camino y la posibilidad del acceso al poder por parte de la clase trabajadora.

Surge entonces la CSTC y con ella, un nuevo impulso y un nuevo  periodo del movimiento sindical agrario.

La década del setenta, fue particularmente difícil para el movimiento campesino; a un periodo de unidad que se inició a finales de los sesenta, le sigue una etapa de profundas divisiones en los primeros años de los años setenta.
La intervención del gobierno con programas oficiales permearon el movimiento que en parte, se sintió tentado y sucumbió ante la posibilidad de ser ejecutores y beneficiarios de proyectos que no buscaban resolver de manera radical e integral los problemas del campo; tan solo aplicar paliativos y convertirlos en base social de las políticas de modernización capitalista del régimen burgués y de paso realizar una labor contra insurgente y contra revolucionaria.

Es así, como  desde la iglesia y el establecimiento, se impulsan organizaciones desligadas del movimiento obrero; cuyas plataformas, tan solo tenían  un alcance gremialista en el marco del modelo económico que impulsaba el Estado.

Solo un sector del campesinado continuo de la mano de la clase obrera y con su ayuda siguió organizando sindicatos de orientación clasista, vinculados a un proyecto político de transformación estructural de las relaciones de producción y del régimen político.

Tras la división de la  ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos)  en los primeros años de la década del setenta; vuelven a surgir al interior del campesinado formas organizativas de carácter sindical. Algunas ligadas a la vieja centrar CTC como fue el caso de FESTRACOL, (Federación de Trabajadores Agrícolas de Colombia) otras sin adoptar la forma sindical, se unieron al sindicalismo social cristiano como  sucedió con la ACC  (Acción Campesina Colombiana). También surge  FENSA (Federación Nacional Sindical Agraria)  integrante de la  Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC).

El paro cívico nacional del 14 de septiembre de 1977, demostró la importancia de la unidad obrero campesino y popular. Acción contundente en la cual el campesinado, participó activamente  exigiendo el cambio de políticas represivas y antidemocráticas impuestas por lo que se suponía  un gobierno liberal, después de  diez y seis años de gobierno del Frente nacional.

Un sector del  movimiento campesino que resurge en la década del setenta, hereda los postulados del mandato campesino expuesto en Villa del Rosario en 1971: independencia del Gobierno, Independencia de los partidos políticos, reforma agraria integral, cese de la violencia oficial y democratización de la vida política del país; son algunas de las exigencias que el campesinado en unión con la clase obrera levantantaron frente al gobierno.

La década de los ochenta, llego con muchos cambios en las organizaciones rurales, los pueblos indígenas que por muchos años compartieron formas organizativas con el campesinado habían emprendido un proceso de separación desde 1971 con la creación del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca); pasos que siguieron otros departamentos hasta conformar la Organización Nacional de Indígenas de Colombia (ONIC). Pero estos cambios no se dieron solo en la población indígena también las comunidades afrodecendientes y campesinas experimentaron cambios en sus formas organizativas.

¿Cuáles fueron las causas de esos cambios? Podríamos decir, que la década del setenta del siglo pasado, trajo consigo cambios en el régimen político; cambios casi imperceptibles pero que modificaron la relación de los ciudadanos con el Estado. Las responsabilidades del gobierno central fueron paulatinamente transferidas: Primero a los departamentos (departamentalización) y luego en la década de los ochenta y noventa a los municipios (municipalización).

Quizás sin percatarse esto influyo en las comunidades rurales; quienes coincidentemente con la descentralización dieron inicio a la formación de organizaciones de carácter departamental y municipal, desligadas de los proyectos organizativos nacionales; pero sobre todo adoptando plataformas de lucha eminentemente gremiales alejadas de cualquier concepto de lucha de clases y por supuesto de la alianza con el movimiento obrero.

Se inicia entonces, desde el punto de vista político un retroceso en el contenido de las plataformas de lucha de las organizaciones rurales. Presentándose de una parte, plataformas de carácter económico gremial de parte del campesinado y de otra plataformas  étnico-sociales de parte de las comunidades negras y los pueblos indígenas. No es que considere que las reivindicaciones socioeconómicas, no tengan razón de ser. Lo que si es cierto, es que estas exigencias corresponden solo a un nivel o dirección de la lucha, que desprovistas de un contenido de clase y de una estrecha ligazón  con la lucha política por las transformaciones estructurales de la sociedad, terminan siendo solo victorias de corto alcance o lo que puede ser peor; caer en la estrategia de cooptación del sistema.

La alianza obrero campesina sirvió y sigue jugando un papel de gran importancia en la politización de la lucha de los campesinos; en la formación de dirigentes agrarios cuyo horizonte no se agota en lo sectorial y que por el contrario plantean salidas a la crisis general del sistema.

El aporte,  bastante considerable de cuadros revolucionarios  campesinos, a la lucha por el cambio de régimen que ha hecho el campesinado, se debe fundamentalmente al carácter  de clase, que esta alianza introdujo en un sector social como el campesinado; sector por demás bastante tradicional en sus exigencias.

La tendencia de hoy, bastante extendida por cierto es la creación de formas de asociación gremial. Entre ellas, hallamos algunas que han sido promovidas por instituciones del Estado mediante programas gubernamentales y proyectos de cooperación auspiciados por  ongs.

¿Que se busca con esto? No es difícil de adivinar. Buscan fundamentalmente que las organizaciones  rurales, sean arietes desde donde se impulsen las políticas  de la denominada ¨reconversión productiva¨ o ¨nueva ruralidad¨ en un país donde una clase latifundista   de gran influencia en el gobierno ha logrado frenar y en ocasiones hacer  retroceder con medidas legales o acciones violentas las tibias reformas de corte capitalista que algunos mandatarios han querido implementar.
Hoy, se mueven dos tendencias en la visión sobre el modelo de desarrollo rural: Una  que pretende desarrollar la llamada¨ modernización¨ capitalista del campo; y la otra que pretende mantener el atrasado modelo de tenencia especulativa de  la tierra, rezago de la hacienda colonial heredada del feudalismo de la corona española.

A nivel del gobierno, la primera está representada en el presidente Santos, los agroindustriales y algunos de sus aliados en la denominada ¨unidad Nacional¨ y la segunda por el ex presidente Uribe, el centro democrático, Fedegan y buena parte de la caverna conservadora.
En este juego de poderes; el sector campesino  del cual hacen parte desde el punto de vista de la producción  económica  los Indígenas,  Mestizos y negros  queda en el medio; con unos agravantes: menos capacidad de interlocución con el gobierno, menos tierras y de menor calidad; menor acceso a los factores de producción ( crédito, tecnología  e información sobre mercado).
Por ley del desarrollo de la sociedad, las formas de producción campesina, son contrarias a las dinámicas de desarrollo del capital. Pues en esencia la lógica del capital es la de despojar a los trabajadores, del control sobre los medios de producción. Así ocurrió con los maestros y artesanos y así ocurrirá con los trabajadores del campo  que aún son propietarios de tierra y de algunas herramientas para  hacerla producir.

Como ocurrió con los maestros artesanos en los siglos XIV y XV. Primero  le quitan al productor el contacto directo con el consumidor del producto, dejándole solo la tarea de producir un bien, que entregara a un intermediario (comerciante) luego lo despojaran de su medio de producción, y pasara a ser solo un asalariado: Esta ley se cumple irremediablemente en el sistema del capital ¨ solo es cuestión de tiempo¨.

Entonces  la pregunta  que debemos  hacernos es ¿Puede la producción campesina, parcelaria o familiar subsistir dentro del modo de producción capitalista? Por supuesto que no,  es mi respuesta. Tal vez otros piensen que sí, y esa es la razón por la cual sus exigencias son exclusivamente de carácter gremial o sectorial.

La tendencia gremialista que viene tomando fuerza, debe tener en cuenta que la rueda de la historia no se detiene; que los cambios que requiere la sociedad y por los que debemos luchar deben ser estructurales. Que no importa cómo nos presentemos, si el contenido de nuestras demandas no buscan afectar de fondo el modo de producción y su régimen político; que la unidad obrero campesino y de los sectores populares es condición indispensable para lograrlos. Que una visión agrarista o campesinista de nuestra lucha; será irremediablemente derrotada.
No es cierto, que podamos sacarle provecho al sistema; que podamos manejar el sistema. Es el sistema el que nos maneja a nosotros

Que el modo de producción capitalista; terminara con la producción familiar o parcelaria y que aún en un nuevo modo de producción que supere el actual; la producción campesina debe sufrir profundas transformaciones.

Por lo tanto, nuestra lucha debe ser por el poder, por el cambio de régimen  político y de sistema económico. Y eso se logra solo con la unidad.
Fensuagro organización sindical de carácter nacional,  en su decimó primer congreso (asamblea nacional federal) seguramente mantendrá sus principios y continuara luchando por un cambio de  régimen al lado de la clase obrera.

Seguiremos siendo fieles a nuestros principios,  ni la persecución por parte del establecimiento; ni las contradicciones con organizaciones que políticamente plantean tesis gremialistas economicistas o étnico-sociales, nos harán desistir de ser con nuestro trabajo, un sector que aporta  dentro de un proyecto político, a los cambios estructurales que el pueblo colombiano requiere y exige.

Hubert Ballesteros Gómez.
Prisionero político.
Vicepresidente de Fensuagro.
Integrante del comité ejecutivo de la CUT y de la Junta Patriótica Nacional de Marcha patriótica.

Cárcel la Picota Bogotá D.C. febrero 27 de 2015.