Más allá de una visión campesinista.
por
Prisionero político.
Vicepresidente de Fensuagro.
Hoy, cuando por razones ideológicas, políticas y económicas se ha
producido un distanciamiento entre la clase obrera y el campesinado, cabe
recordar que no siempre fue así.
La lucha campesina por la tierra, que se remonta a 1907, encontró
en el naciente movimiento obrero de finales de la segunda década del
siglo pasado (1916) un aliado muy importante; que no sólo ayudo a fortalecer su
organización, sino que elevó su capacidad llevándola al plano de la
lucha política, en el también naciente Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Tampoco debemos olvidar, que fueron muchos los líderes campesinos e
indígenas como el legendario José Gonzalo Sánchez; principal aliado de Manuel
Quintín Lame en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, uno de los
fundadores del Partido Comunista de Colombia, el 17 de julio de 1930.
¿Cómo y porque un movimiento campesino de tan reciente aparición asumió
formas organizativas que iban más allá de las simples aspiraciones
gremiales?
Vale la pena preguntárselo.
¿Por qué razón sus dirigentes abrazaron la militancia revolucionaria
comunista al lado de intelectuales como Luis Vidales y de líderes obreros como
María Cano?
¿Por qué la presencia del campesinado creció al interior del partido
comunista, convirtiéndose en parte fundamental de este; mientras el Partido
Nacional Agrario (PAN) del líder político Erasmo Valencia, fue un proyecto que
apenas si alcanzo a ver la luz?
¿Por qué, ante la arremetida violenta de los terratenientes y el
gobierno conservador contra las tibias medidas económicas de reforma agraria
liberal en la década del treinta; el campesinado respondió con la lucha armada
revolucionaria?
Son reflexiones necesarias para explicarnos y entender el desarrollo
histórico de las formas organizativas campesinas de sus luchas y el
momento actual por el que atraviesan.
La ligazón temprana con el movimiento obrero; le permitió al
campesinado, organizar y desarrollar formas sindicales para la lucha por sus
derechos, así, paso de las iniciales ligas agrarias a sindicatos de asalariados
agrícolas y de pequeños y medianos propietarios. Logrando de esta manera unir
en una misma plataforma de lucha, reivindicaciones gremiales por la tierra y
mejores salarios con exigencias políticas por la democratización del país. En
momentos en que el Partido conservador representante de los terratenientes y
latifundistas ejercía el poder desde hacía casi tres décadas de
manera consecutiva.
El carácter clasista de su organización y el contenido de su plataforma,
le permitió al campesinado, entender, que en la lucha por el poder
político, en unidad con la clase obrera y los intelectuales se
encontraban las posibilidades de superar el atraso, la miseria y la exclusión
política a la que venía siendo sometido desde la colonia. Situación que no
cambio con la independencia y la república.
De esa manera, los sindicatos campesinos y de asalariados agrícolas se
comprometieron en la lucha política y avanzaron de manera paralela
en la conformación de la Federación Nacional de Indígenas y Campesinos.
Organización que cumplió desde la perspectiva agraria un papel fundamental en
las reformas liberales de la tercera década de siglo pasado: entre ellas la ley
200/1936.
La reacción del latifundismo conservador fue violenta, y el campesinado
a pesar de haber recibido muchos golpes; y de ser el blanco de los ataques de
las bandas conservadoras, mantuvo intacta su decisión de luchar por un cambio
de régimen; asumiendo cuando fue necesario, la lucha armada como forma de
resistencia.
Durante todo el periodo de la violencia desatada por el régimen
conservador, el campesinado organizado, siguió fiel a sus principios
revolucionarios: Jacobo Prias Alape, Isauro Yosa, Raúl Balbuena, Juan de la
cruz Varela, Pedro Antonio Marín, Eutiquio Timote, Gerardo Gonzales, José
Gonzalo Sánchez entre muchos otros mantuvieron junto al movimiento obrero una
lucha persistente por un cambio de régimen. Lucha que se mantiene hasta
nuestros días.
La década del sesenta del siglo pasado, permitió decantar las posiciones
políticas del movimiento obrero. De un lado, el sindicalismo patronal ligado a
la iglesia católica pregonaba la conciliación de clases, por otra parte, un
sindicalismo liberal vacilante e incapaz siquiera de forzar reformas de
carácter capitalista en el desarrollo económico de la nación y una tercera
línea sindical, fiel a los principios del sindicalismo clasista, que debió
soportar los ataques de las dos anteriores.
El frente nacional, enterró las pocas diferencias político-ideológicas
que existían entre liberales y conservadores, permitiendo no sólo la
alternancia en el poder sino que amalgamo sus intereses de clase. Dando paso a
un régimen aún más excluyente que adoptó nuevas formas de violencia contra la
clase trabajadora.
Lo que antes pudo ser una confrontación partidista, se convirtió en una
confrontación de clase en la cual el Estado. Cómo lo dice Marx, ¨cumplió su
papel de defender a toda costa los intereses de la clase en el poder¨.
Es, en este periodo que los sindicatos clasistas, en particular
los de influencia comunista, son expulsados de la. CTC. Ser expulsados de la
central, no significaba desaparecer del escenario político. Menos aún en una
década en que la revolución Cubana, señalaba el camino y la posibilidad del
acceso al poder por parte de la clase trabajadora.
Surge entonces la CSTC y con ella, un nuevo impulso y un nuevo
periodo del movimiento sindical agrario.
La década del setenta, fue particularmente difícil para el movimiento
campesino; a un periodo de unidad que se inició a finales de los sesenta, le
sigue una etapa de profundas divisiones en los primeros años de los años
setenta.
La intervención del gobierno con programas oficiales permearon el
movimiento que en parte, se sintió tentado y sucumbió ante la posibilidad de
ser ejecutores y beneficiarios de proyectos que no buscaban resolver de manera
radical e integral los problemas del campo; tan solo aplicar paliativos y
convertirlos en base social de las políticas de modernización capitalista del
régimen burgués y de paso realizar una labor contra insurgente y contra
revolucionaria.
Es así, como desde la iglesia y el establecimiento, se impulsan
organizaciones desligadas del movimiento obrero; cuyas plataformas, tan solo tenían
un alcance gremialista en el marco del modelo económico que impulsaba el
Estado.
Solo un sector del campesinado continuo de la mano de la clase obrera y
con su ayuda siguió organizando sindicatos de orientación clasista, vinculados
a un proyecto político de transformación estructural de las relaciones de
producción y del régimen político.
Tras la división de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos) en los primeros años de la década del setenta; vuelven a
surgir al interior del campesinado formas organizativas de carácter sindical.
Algunas ligadas a la vieja centrar CTC como fue el caso de FESTRACOL,
(Federación de Trabajadores Agrícolas de Colombia) otras sin adoptar la forma
sindical, se unieron al sindicalismo social cristiano como sucedió con la
ACC (Acción Campesina Colombiana). También surge FENSA (Federación
Nacional Sindical Agraria) integrante de la Confederación Sindical
de Trabajadores de Colombia (CSTC).
El paro cívico nacional del 14 de septiembre de 1977, demostró la importancia
de la unidad obrero campesino y popular. Acción contundente en la cual el
campesinado, participó activamente exigiendo el cambio de políticas
represivas y antidemocráticas impuestas por lo que se suponía un gobierno
liberal, después de diez y seis años de gobierno del Frente nacional.
Un sector del movimiento campesino que resurge en la década del
setenta, hereda los postulados del mandato campesino expuesto en Villa del
Rosario en 1971: independencia del Gobierno, Independencia de los partidos
políticos, reforma agraria integral, cese de la violencia oficial y
democratización de la vida política del país; son algunas de las exigencias que
el campesinado en unión con la clase obrera levantantaron frente al gobierno.
La década de los ochenta, llego con muchos cambios en las organizaciones
rurales, los pueblos indígenas que por muchos años compartieron formas
organizativas con el campesinado habían emprendido un proceso de separación
desde 1971 con la creación del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca);
pasos que siguieron otros departamentos hasta conformar la Organización
Nacional de Indígenas de Colombia (ONIC). Pero estos cambios no se dieron solo
en la población indígena también las comunidades afrodecendientes y campesinas
experimentaron cambios en sus formas organizativas.
¿Cuáles fueron las causas de esos cambios? Podríamos decir, que la
década del setenta del siglo pasado, trajo consigo cambios en el régimen
político; cambios casi imperceptibles pero que modificaron la relación de los
ciudadanos con el Estado. Las responsabilidades del gobierno central fueron
paulatinamente transferidas: Primero a los departamentos (departamentalización)
y luego en la década de los ochenta y noventa a los municipios (municipalización).
Quizás sin percatarse esto influyo en las comunidades rurales; quienes
coincidentemente con la descentralización dieron inicio a la formación de
organizaciones de carácter departamental y municipal, desligadas de los
proyectos organizativos nacionales; pero sobre todo adoptando plataformas de
lucha eminentemente gremiales alejadas de cualquier concepto de lucha de clases
y por supuesto de la alianza con el movimiento obrero.
Se inicia entonces, desde el punto de vista político un retroceso en el
contenido de las plataformas de lucha de las organizaciones rurales.
Presentándose de una parte, plataformas de carácter económico gremial de parte
del campesinado y de otra plataformas étnico-sociales de parte de las
comunidades negras y los pueblos indígenas. No es que considere que las
reivindicaciones socioeconómicas, no tengan razón de ser. Lo que si es cierto,
es que estas exigencias corresponden solo a un nivel o dirección de la lucha,
que desprovistas de un contenido de clase y de una estrecha ligazón con
la lucha política por las transformaciones estructurales de la sociedad,
terminan siendo solo victorias de corto alcance o lo que puede ser peor; caer
en la estrategia de cooptación del sistema.
La alianza obrero campesina sirvió y sigue jugando un papel de gran
importancia en la politización de la lucha de los campesinos; en la formación
de dirigentes agrarios cuyo horizonte no se agota en lo sectorial y que por el
contrario plantean salidas a la crisis general del sistema.
El aporte, bastante considerable de cuadros revolucionarios
campesinos, a la lucha por el cambio de régimen que ha hecho el campesinado, se
debe fundamentalmente al carácter de clase, que esta alianza introdujo en
un sector social como el campesinado; sector por demás bastante tradicional en
sus exigencias.
La tendencia de hoy, bastante extendida por cierto es la creación de
formas de asociación gremial. Entre ellas, hallamos algunas que han sido
promovidas por instituciones del Estado mediante programas gubernamentales y
proyectos de cooperación auspiciados por ongs.
¿Que se busca con esto? No es difícil de adivinar. Buscan
fundamentalmente que las organizaciones rurales, sean arietes desde donde
se impulsen las políticas de la denominada ¨reconversión productiva¨ o
¨nueva ruralidad¨ en un país donde una clase latifundista de gran
influencia en el gobierno ha logrado frenar y en ocasiones hacer
retroceder con medidas legales o acciones violentas las tibias reformas
de corte capitalista que algunos mandatarios han querido implementar.
Hoy, se mueven dos tendencias en la visión sobre el modelo de desarrollo
rural: Una que pretende desarrollar la llamada¨ modernización¨
capitalista del campo; y la otra que pretende mantener el atrasado modelo de
tenencia especulativa de la tierra, rezago de la hacienda colonial
heredada del feudalismo de la corona española.
A nivel del gobierno, la primera está representada en el presidente
Santos, los agroindustriales y algunos de sus aliados en la denominada ¨unidad
Nacional¨ y la segunda por el ex presidente Uribe, el centro democrático,
Fedegan y buena parte de la caverna conservadora.
En este juego de poderes; el sector campesino del cual hacen parte
desde el punto de vista de la producción económica los
Indígenas, Mestizos y negros queda en el medio; con unos
agravantes: menos capacidad de interlocución con el gobierno, menos tierras y
de menor calidad; menor acceso a los factores de producción ( crédito, tecnología
e información sobre mercado).
Por ley del desarrollo de la sociedad, las formas de producción
campesina, son contrarias a las dinámicas de desarrollo del capital. Pues en
esencia la lógica del capital es la de despojar a los trabajadores, del control
sobre los medios de producción. Así ocurrió con los maestros y artesanos y así
ocurrirá con los trabajadores del campo que aún son propietarios de
tierra y de algunas herramientas para hacerla producir.
Como ocurrió con los maestros artesanos en los siglos XIV y XV.
Primero le quitan al productor el contacto directo con el consumidor del
producto, dejándole solo la tarea de producir un bien, que entregara a un
intermediario (comerciante) luego lo despojaran de su medio de producción, y
pasara a ser solo un asalariado: Esta ley se cumple irremediablemente en el
sistema del capital ¨ solo es cuestión de tiempo¨.
Entonces la pregunta que debemos hacernos es ¿Puede la
producción campesina, parcelaria o familiar subsistir dentro del modo de
producción capitalista? Por supuesto que no, es mi respuesta. Tal vez
otros piensen que sí, y esa es la razón por la cual sus exigencias son
exclusivamente de carácter gremial o sectorial.
La tendencia gremialista que viene tomando fuerza, debe tener en cuenta
que la rueda de la historia no se detiene; que los cambios que requiere la
sociedad y por los que debemos luchar deben ser estructurales. Que no importa
cómo nos presentemos, si el contenido de nuestras demandas no buscan afectar de
fondo el modo de producción y su régimen político; que la unidad obrero
campesino y de los sectores populares es condición indispensable para
lograrlos. Que una visión agrarista o campesinista de nuestra lucha; será
irremediablemente derrotada.
No es cierto, que podamos sacarle provecho al sistema; que podamos
manejar el sistema. Es el sistema el que nos maneja a nosotros
Que el modo de producción capitalista; terminara con la producción
familiar o parcelaria y que aún en un nuevo modo de producción que supere el
actual; la producción campesina debe sufrir profundas transformaciones.
Por lo tanto, nuestra lucha debe ser por el poder, por el cambio de
régimen político y de sistema económico. Y eso se logra solo con la
unidad.
Fensuagro organización sindical de carácter nacional, en su decimó
primer congreso (asamblea nacional federal) seguramente mantendrá sus
principios y continuara luchando por un cambio de régimen al lado de la
clase obrera.
Seguiremos siendo fieles a nuestros principios, ni la persecución
por parte del establecimiento; ni las contradicciones con organizaciones que
políticamente plantean tesis gremialistas economicistas o étnico-sociales, nos
harán desistir de ser con nuestro trabajo, un sector que aporta dentro de
un proyecto político, a los cambios estructurales que el pueblo colombiano
requiere y exige.
Hubert Ballesteros Gómez.
Prisionero político.
Vicepresidente de Fensuagro.
Integrante del comité ejecutivo de la CUT y de la Junta Patriótica
Nacional de Marcha patriótica.
Cárcel la Picota Bogotá D.C. febrero 27 de 2015.