lunes, 2 de marzo de 2015

La cuestión agraria en Colombia


Por: Tatiana Roa Avendaño
A través de su historia, Colombia ha mantenido un agudo conflicto agrario con implicaciones en los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales del país. La cuestión agraria [1] ha estado en el centro del histórico conflicto político armado colombiano. No hay duda, el conflicto ha estado atravesado por la disputa por la tierra.
En este país, como en otros países latinoamericanos, es evidente la existencia y permanencia de la estructura latifundista de la tenencia de la tierra, los usos de la misma se realizan en contravía de su vocación y quienes se benefician de políticas y programas son los señores de la tierra: terratenientes, latifundistas, élites agropecuarias e inversionistas extranjeros.
Las cifras oficiales demuestran una tendencia imparable a la concentración de la propiedad, al aumento de las tierras dedicadas a la ganadería extensiva, a la disminución de la producción de alimentos y al aumento de los desplazamientos forzados de las comunidades campesinas asentadas en los departamentos con mayor concentración de la propiedad rural (CODHES/UNICEF, 1998; Machado, 1998) [2].
Durante el siglo pasado, el campesinado colombiano empeoró sus condiciones de vida y considerables extensiones de territorios e importantes ecosistemas han sido destruidos por los procesos de colonización que propiciaron las políticas agrarias.
La realidad es que el campo colombiano, escenario del conflicto armado, ha sufrido importantes trasformaciones en los últimos años. Hay una tendencia regresiva de los cultivos transitorios mientras que los de ciclo largo evidencian un fortalecimiento. Esta tendencia ha estado asociada a conflictos en torno a la tierra, al desplazamiento, a precarias relaciones laborales, y a los subsidios o apoyos estatales. Es el caso, hoy tan en boga, de las plantaciones para la producción de agrocombustibles a partir de la caña de azúcar y la palma aceitera [3].

Contribuciones para el debate - Fensuagro y su XI Congreso

Más allá de una visión campesinista.

por  
Hubert Ballesteros Gómez.
Prisionero político.
Vicepresidente de Fensuagro.

Hoy, cuando por  razones ideológicas, políticas y económicas se ha producido un distanciamiento entre la clase obrera y el campesinado, cabe recordar que no siempre fue así.
La lucha campesina por la tierra, que se remonta  a 1907, encontró  en el naciente movimiento obrero de finales de la segunda década del siglo pasado (1916) un aliado muy importante; que no sólo ayudo a fortalecer su organización, sino que elevó su capacidad  llevándola  al plano de la lucha política, en el también naciente Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Tampoco debemos olvidar, que fueron muchos los líderes campesinos e indígenas como el legendario José Gonzalo Sánchez; principal aliado de Manuel Quintín Lame en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, uno de los fundadores del Partido Comunista de Colombia, el 17 de julio de 1930.
¿Cómo y porque un movimiento campesino de tan reciente aparición asumió formas organizativas que iban  más allá de las simples aspiraciones gremiales?
Vale la pena preguntárselo.
¿Por qué razón sus dirigentes abrazaron la militancia revolucionaria comunista al lado de intelectuales como Luis Vidales y de líderes obreros como María Cano?
¿Por qué la presencia del campesinado creció al interior del partido comunista, convirtiéndose en parte fundamental de este; mientras el Partido Nacional Agrario (PAN) del líder político Erasmo Valencia, fue un proyecto que apenas si alcanzo a ver la luz?
¿Por qué, ante la arremetida violenta de los terratenientes y el gobierno conservador contra las tibias medidas económicas de reforma agraria liberal en la década del treinta; el campesinado respondió con la lucha armada revolucionaria?